21.9.12

Muerte a la cordura.

Quizás odiarse a sí mismo es más fácil. Más cómodo que tener que aceptar y cuidar a alguien que reúne cada una de tus pesadillas en un mismo cuerpo.

En definitiva todo se reduce a eso: Simplicidad. Y como siempre, tendemos a hacer de lo sencillo algo mucho más complicado de lo que en realidad es, porque lo que carece de dificultad nos aburre, nos cansa. Tememos inconscientemente a la rutina que nos rige, a no destacar. A no ser la tan carismática y amada persona que un día te dijeron que aspirabas a ser.

Decides despreciarte, observar a través de un cristal como personas que crees superiores a ti y cualquier otro disfrutan de la dulce e inmerecida compañía de todo aquel que las ve. Prefieres cegarte y no admitir que en lo más profundo de tu incomprensión escondes un odio desmedido hacia esos sujetos que venden su vida e integridad a aquellos que permanecen cerca de ella, a expensas de su envidia y lo que esta les lleve a hacer con tal de trasegar los inexistentes cimientos de su vida e ilusoria "personalidad".
Las odias, odias a todas esas personas. Te odias, y te odias por no ser ellas.
Esa furia irrefrenable cada vez que diriges la mirada al espejo te saluda con un cordial "Buenos días." diariamente es parte de la normalidad.
La culpa al sentirte bien contigo o con lo que haces. Porque apreciarse está prohibido.
Es imposible reprimir el hambre de autodestrucción que te persigue desde siempre.Desde el día que decidiste abrir los ojos y dejar que la luz te cegase de por vida.

Muerte a ese último hálito que aún perdura.
Muerte a la cordura.
Muerte por locura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario